“…En este contexto, la falta de consenso teórico de principios generalmente aceptados o de modelos generales de medición, validados en su aplicación por la comunidad científica y profesional, ha provocado ciertas desviaciones interpretativas sobre la valoración de las empresas (Bueno Campos, 2002, p. 159;Tejedo-Romero & Araujo, 2015), originando, en algunos casos, diferencias entre el valor de mercado y el que figura en las cuentas anuales. Algunos autores (Alcaniz, Gomez-Bezares & Ugarte, 2015;Brooking, 1997;Edvinsson & Malone, 1999) justifican dichas diferencias, entre otras cosas, al escaso reconocimiento del capital intelectual (en adelante CI) en la valoración de las empresas, a pesar de haberse convertido en un recurso económico clave (Hidalgo & García-Meca, 2009;Spagnol, Moraes & Piqueira, 2015;Villegas, Hernández & Salazar, 2017;Zerenler, Hasiloglu & Sezgin, 2008), cuyos orígenes se encuentran en: las personas (Capital Humano, en adelante CH), el entorno socioeconómico (Capital Relacional, en adelante CR) y la organización (Capital Estructural, en adelante CE), cobrando un papel crítico en la creación de valor (de Cássia Fucci-Amato & Amato-Neto, 2010; Herrera & Macagnan, 2016;Villegas et al, 2017). Y, aunque el sistema de información contable juega un papel fundamental como generadora y suministradora de información, en la actualidad, no resulta de total utilidad para las empresas intensivas en CI-Conocimiento (An, Davey, Eggleton & Wang, 2015;Brooking, 1997;Edvinsson & Malone, 1999).…”