“…En vínculo con esto último surge un tercer argumento acerca del valor de la historia: la incorporación de contenidos históricos a la formación del psicólogo colaboraría con contrarrestar el dogmatismo, la ortodoxia y las peticiones de principio cultivados en el estudiante a partir de su exposición prolongada, durante su socialización universitaria y durante su ejercicio profesional, a talantes doctrinarios y ortodoxos (esto es, irracionalistas, basados en peticiones de principio), susceptibles de ser encarnados por docentes, autores o posturas teó-ricas específicas, y comunicados explícita o implícitamente a través de contenidos, actitudes, énfasis curriculares, adecuación de los recursos humanos o mecanismos de entrenamiento y supervisión (Danziger, 1994;Roberts, 1982;Vilanova, 1997b). Frente a estas perspectivas que atentan contra el criticismo y el debate público que constituyen características de la ciencia desde una perspectiva sociológica (Klappenbach, 2008(Klappenbach, /2009Ziman, 1986), la enseñanza y el aprendizaje acerca de la historia de la psicología, especialmente aquella que incorpora cuestiones historiográficas a sus contenidos, constituye "un instrumento para la metacognición y la toma de conciencia, para la ganancia de control sobre las acciones individuales y colectivas" (Rosa, 2002, p. 212).…”