“…Por un lado, la forma en que se está enseñando el saber científico y tecnológico, muy vinculado a un modelo de enseñanza predominante en la etapa de enseñanza obligatoria, dependiente de estrategias metodológicas expositivas y poco centrada en la promoción de la actividad investigadora del alumnado (FURTAK et al, 2012;CONTRERAS, 2016;MEDEIROS et al, 2016), lo cual reduce las experiencias de disfrute en el aprendizaje (OSBORNE, SIMON & COLLINS, 2003;KRAPP & PRENZEL, 2011). Por otro lado, el escaso calado social y la poca repercusión que tiene el oficio del científico, que frustra el reconocimiento de los resultados que se van produciendo (STEKOLSCHIK et al, 2010), asociado a la aún escasa divulgación que se hace de la ciencia y del conocimiento (PLAZA, 2015; KO, 2016), a pesar de los esfuerzos y nuevas fórmulas ( ANGLADA & ABADAL, 2018;BORGES;PIRES;DELGADO, 2018). Pero previo, hemos de considerar el impacto que tiene el imaginario social colectivo de la ciencia como profesión, y especialmente el que mantienen los jóvenes, que puede incidir en su decisión vocacional (ARCHER et al, 2012;DEWITT & ARCHER, 2015) superponiéndose en ocasiones éstas percepciones globales con sus autopercepciones de competencia (BANDURA et al, 2001;JANSEN, SCHERER, & SCHROEDERS, 2015), e incluso con las percepciones del interés que se gesta por la ciencia en su entorno familiar (TASKINEN; DIETRICH; KRACKE, 2015).…”