“…Esta postura ha dado pie a lo que hoy se reconoce como el emprendimiento femenino, término que rescata las consideraciones preestablecidas para el perfil de un emprendedor (conceptualizado desde una visión masculina), pero que además considera el desarrollo de competencias duras y blandas más efectivas, interviniendo en nuevas formas de organización económicas y sociales, con un alto sentido de impacto social y con un enfoque más psicológico, como el autoconocimiento, la resiliencia y la gestión de las emociones (Ortiz y Olaz, 2018;Matharu y Juneja, 2021;Calanchez, et al, 2022) Ante lo cual, la incursión de la mujer ha sido disruptiva en la estructuración del mundo empresarial como se conocía, impregnándolo de una nueva feminidad y con el establecimiento de límites que desafían las condiciones preestablecidas, pero que continúan impactando en la manera de emprender y diseñar los negocios. Pues sus misiones empresariales aún emergen en condiciones patriarcalmente diseñadas y que condicionan su actividad económica, debido principalmente a una aparente incompatibilidad entre femineidad y espíritu emprendedor (Flores-Novelo et al, 2021;Montoya, 2021). Sumándose a esto las barreras que normalmente representan el iniciar un negocio, pues por su propia condición, una nueva empresa requerirá de sacrificios y elementos que determinen su éxito y permanencia en el tiempo.…”