“…Afortunadamente, la mayoría de los casos suelen ser leves, requiriendo sólo tratamiento de sostén, sin embargo, cuando la ingesta supera los 200 mg/kg, se debe pensar en un compromiso grave del paciente, que obliga a actuar en consecuencia, en donde, además de instaurarse las medidas de rescate habituales, debe tenerse presente la implementación de prácticas extracorpóreas (hemodiálisis o hemofiltración) (Docampo et al, 2014). Por otra parte, el uso crónico del AVP se encuentra relacionado con alteraciones hematológicas, hepáticas, endocrinas y cambios morfológicos en los capilares cerebrales y de las células gliales, y más recientemente se ha señalado como sensibilizador a los tratamientos anticáncer al modificar epigenéticamente la expresión de genes (Chateauvieux et al, 2010;Fajardo, Olmos, & Sarmiento, 2013;Luna-Palencia et al, 2019) El hígado es el principal responsable del metabolismo de los fármacos, nutrientes y otras sustancias. La medicación no controlada clínicamente puede inducir hepatotoxicidad provocando lesiones de diversa magnitud incluso insuficiencia hepática aguda (Higuerade la Tijera, Servín-Caamaño, & Alexanderson-Rosas, 2012).…”