“…De esta forma, el inicio del siglo pasado trajo una revolución en la producción de vehículos (Michael & Faustino, 2005), pero sobre todo posesionó a marcas y empresas como Ford y General Motors en la cima de la preferencia de los consumidores, logrando producir más de 4 millones de vehículos a finales de los años veinte, así, los fabricantes norteamericanos llegaron a disfrutar de una ventaja absoluta e indiscutible a nivel mundial (Ruíz, 2001), no así la industria europea que previo a los conflictos mundiales tuvo a países como Francia, Alemania y sobre todo Gran Bretaña en la capacidad de competir con los automóviles "made in USA" (Yáñez & Badia-Miró, 2011), pero con el estallido de la primera guerra mundial en 1914 (Hernández, 2007), que obligó tanto a los países como a sus industrias orientar su producción a la provisión de materiales e insumos para la guerra; en particular la industria del acero gracias a la gran cantidad de ganancias que estas actividades les generaban (Mustoe, 2004), desviando su atención y prioridad que tenían por la fabricación de autos de consumo. Esta situación se mantuvo por más de dos décadas, tiempo en el cual una nueva contienda ecuménica tuvo lugar, la segunda guerra mundial entre 1939 a 1945 (Hernández, 2009).…”