“…La formación docente debe ser considerada como un actividad compleja y continua que supone no sólo enfocarse en las innovaciones pedagógicas, en términos de contenidos y herramientas, sino también en desarrollar su capacidad de reflexión sobre las tareas que desempeñarán en los contextos en los que llevarán adelante sus prácticas, es decir, en la dimensión ética (Navia Antezana et al, 2020;García y Pico, 2017;Sanz Ponce, 2014). A pesar de ello, en los últimos años se han identificado ciertas falencias en la formación docente para identificar problemas éticos o controversias que pueden presentarse en la institución educativa, así como para intervenir en dichas situaciones de una manera favorable (Argyropoulou, 2020;Cambra Badii y Lorenzo, 2018;2021;Hernández et al, 2016).…”