“…También pone de relieve que la conciencia emocional protege al individuo de síntomas vinculados con el bournot y la pérdida de engagement, e influye en la formación de actitudes de resistencia o aceptación hacia las actividades de investigación (Cejudo y López-Delgado, 2017;Caro y Sicilia, 2014;Oriol-Granado, Mendoza-Lira, Covarrubias-Apablaza, y Molina-López, 2017). Aunado a lo señalado, las emociones son consideradas como inhibidores conductuales; incluso, llegan a incidir en el modo en que juzgamos la realidad que vivimos, de allí la necesidad de impulsar un proceso de gestión de las mismas, para garantizar un mayor ajuste al contexto de acción del investigador (Martínez-Lorca, Zabala-Baños y Aguado Romo, 2017; Rico, Alzate y Sabucedo, 2017; Zhang, Kong y Li, 2017) Seguidamente están las competencias discursivas, las cuales concebimos como el conocimiento y habilidad para seleccionar y operar el género discursivo que mejor se ajuste a su necesidad comunicativa. En la actualidad, es imperativo que el investigador se alfabetice en materia de discurso académico y sus géneros constitutivos (artículos, ensayos, monografías, entre otros), con la finalidad de ganar pericia para comunicarse con sus pares.…”