La investigación sobre restos humanos prehistóricos, tradicionalmente centrada en las sepulturas y enterramientos de esqueletos completos, relegó el estudio de los restos secundarios y aislados, cuya gran importancia en relación con prácticas mortuorias complejas se ha ido revelando, por contra, en la bibliografía antropológica y bioarqueológica. En el caso de los yacimientos de la Edad del Bronce del interior peninsular, la creciente presencia de ‘huesos sueltos’ reclama similar consideración, y aquí se acomete el estudio de un fragmento craneal (frontal y cara) de un subadulto, datado por radiocarbono en el intervalo 1660-1497 cal BC, correspondiente a la fase Formativa de la cultura de Cogotas I, y en el que se han detectado impactos y fracturas que evidencian un tratamiento peri mortem que debió de realizarse para separar esta parte respecto de la calvaria. Para intentar comprender su significado se analizan diversas posibilidades —p.ej., sepultura destruida, máscara facial o residuo de la preparación de un elemento neurocraneal—, en relación con los comportamientos sociales que conllevan la manipulación de restos humanos, incluyendo los de fragmentación y supresión de lo individual. El avance en el conocimiento de la sociedad que realizaba estas prácticas mortuorias requiere prestar atención a su heterogénea evidencia, que incluye los restos, “sueltos” y aparentemente insignificantes como este fragmento de La Huelga.