“…Los entornos escolares han sido proclives a esta mirada y con frecuencia entran en el escenario, asuntos relacionados con la pregunta, con la evaluación y con la convivencia. Pero también (y sobre todo) no podemos escapar a las diferencias entre el diálogo y la conversación, lo que ha ocupado un lugar de menor impacto que el diálogo en ámbitos sociales y escolares (Rojas, 2017). Esto abre un camino para observar que la conversación plantea una posibilidad de mirar y de escuchar a cualquiera desde lo que aproxima, pero también desde lo que diferencia y distancia, destacando que sin conversación no hay educación (Skliar, 2017b(Skliar, , 2017d Breton, 2006), en el que es inevitable mirar el sentido de la atención y la hospitalidad para aproximarnos éticamente a la escucha; llama también a una óptica y a una acústica éticas, porque no sólo la escucha, sino también la mirada, marcan lo ético; se plantea la necesidad de reconsiderar la evaluación tal y como se ha estado asumiendo en los tiempos recientes: como si fuera el corazón del proceso educativo, lo cual, planteamos, es imposible si se tiene en cuenta que el educar, el enseñar y el aprender son procesos que requieren tiempo, escucha, paciencia y no se dan de manera simultánea, ya que no se aprende al mismo tiempo en que se enseña (cf.…”