Basado en una investigación etnográfica en el sureste de Chiapas, este artículo aborda la producción cultural entre agrupaciones rurales y empresas agroindustriales vinculadas al monocultivo de la palma de aceite. Se proponen las nociones sentir campesino y estilo productivo para explorar los signos y significados que median relaciones de poder e interacciones en el terreno. Argumento que cuando las agrupaciones locales se identifican como pequeños productores afirman su pertenencia a la sociedad rural regional, mientras que las empresas utilizan la categoría de pequeño productor para ubicar socioculturalmente a quienes ocupan el primer eslabón de la cadena productiva. Sin embargo, es claro que dicha categoría oculta las dinámicas regional y local de diferenciación social, pero también las distintas formas como las empresas valoran los recursos y el trabajo extraídos del territorio. En este escenario social desigual, es posible entender que el sentir campesino no corresponde a una cultura de clase ni a una identidad colectiva. Es, más bien, una ecléctica y subalterna sensibilidad práctica y comunicativa a la que apelan los pequeños productores para afrontar su incorporación adversa a este sistema de plantación y para procurar alcanzar ciertos márgenes de maniobra. No obstante, cuando dichos márgenes se ponen en riesgo por coyunturas adversas, las diferencias sociales que atraviesan el sentir campesino impiden una contundente cohesión social. Bajo este escenario, en la espera de mejores coyunturas, los productores lidian con los estilos productivos de las empresas dependiendo de sus distintas condiciones ecológicas, económicas, culturales y políticas.