ResumenDesde sus primeros poemas expresionistas en los años veinte hasta el texto que abre Los conjurados (1985), la figura de Jesucristo es recurrente, o mejor aún, insistente en la obra borgeana. Tratada con ironía y distancia algunas veces, pero generalmente objeto de fascinación y un singular fervor agnóstico, Cristo aparece como una figura ineludible. Nos proponemos entonces rastrear los rostros de Jesús que pueden encontrarse "dispersos" en la obra de Borges. Nos concentraremos en tres figuras que consideramos las más relevantes. La primera es la del crucificado, una imagen que pone el énfasis en la humanidad de Cristo negando -o poniendo en suspenso al menos-su divinidad. La segunda es la del poeta, el mayor de los maestros orales, creador de espléndidas metáforas, objeto por tanto de una valoración estética y ética. La tercera, la del Verbo encarnado, el dios que se hace hombre. Como veremos, estas imágenes de Jesús pueden relacionarse, además, con ciertos núcleos de la poética borgeana.