“…Este cambio progresivo en cómo los propios profesionales de la salud ven esta forma de violencia y se ven a sí mismos con respecto a ella, muestra que, a pesar de que los aspectos organizacionales en relación a las actuaciones en casos de IPV han sido los que más interés científico han suscitado, también otros aspectos de carácter individual como las actitudes son relevantes. En este sentido, se ha observado que las actitudes (tanto por ser positivas como negativas) de los profesionales de la salud frente a este tipo de casos tienen un papel sumamente relevante (Djikanovic et al, 2010) y que las conductas prejuiciosas y discriminatorias influyen en la salud de los pacientes (véase por ejemplo Chrisler, Barney, y Palatino, 2016;Mouzon, Taylor, Woodward, y Chatters, 2017;Richman, Pascoe, y Lattaner, 2017), pero rara vez se han estudiado las actitudes sexistas hacia la mujer de estos profesionales, estrechamente relacionadas con la IPV, y su efecto sobre cómo abordan estos casos. En tanto que sesgo cognitivo, las actitudes sexistas hacia la mujer pueden resultar un aspecto fundamental de cómo se abordan los casos de IPV, pues se han relacionado con mayores niveles de aceptación y justificación de esta forma de violencia (Bringas-Molleda, Estrada-Pineda, Suárez-Álvarez, Torres, Rodríguez-Díaz, García-Cueto, & Rodríguez-Franco, 2017).…”