“…Ello se traduce, en la mayoría de las ocasiones, en la instalación de una lógica de mercantilización de los cuerpos, mediada por los mandatos de consumo y la autopublicidad, en la que el "yo digital" producido por lxs usuarixs operará como mercancía expuesta en una vitrina (Lima y Couto, 2019;Maracci, Maurente y Pizzinato, 2019). Esta lógica de mercado retoma con fuerza códigos y elementos de la producción de la masculinidad propia de la pornografía homosexual (Leal Guerrero, 2013), y contribuye a lo que se ha conceptualizado como cierta "pornificación" de la cotidianidad sexual rastreada en estas aplicaciones (Maracci, Maurente y Pizzinato, 2019). Las reglas de estos usos de las imágenes tienden a preservar el mandato de abyección de lo femenino; en tanto, al igual que en lo lingüístico, lxs usuarixs "crean "estrategias" de autoproducción con las que se persigue enfatizar los atributos asociados culturalmente al "macho", y repudiar los que pertenecen a la "loca"" (Gómez Beltrán, 2019: 52), consolidando así un diseño homonormativo de la masculinidad gay canonizada (Insausti y Ben, 2017).…”