“…Desde ese modelamiento de los mundos posibles, hay una entrada a la conformación de la narrativa fantástica, que se explica precisamente por la interrupción de las lógicas de lo aceptable (Caillois, 1970;Todorov, 1980), que se asimilan como perturbadoras o irracionales respecto del flujo habitual de percepción de lo real; hay una discontinuidad insólita que se traduce como un eventual misterio, cuyo origen es una realidad conjetural y puede generar un efecto amenazante en quienes lo reciben. Entonces, si hay un mundo realista de inicio en la narración y se perturban los elementos que lo definen, como lo hace Enríquez, se esperaría que el modo fantástico, igualmente, posea sus propios componentes o bien dominios en los cuales se constituyen; en esa idea, se reconocen elementos naturales, físicos, sicológicos, espirituales, que se accionan en el mundo narrado, cuya materialidad de pronto se vuelve ajena a la percepción y que se traduce en un factor clave de terror o de horror (Carrera Garrido, 2018). En tal sentido, el asunto de fondo es dilucidar en qué radica la experiencia de lo fantástico y sus efectos e, inevitablemente, surge una dualidad: el texto puede presentar elementos definidos como fantásticos en el mundo posible de lo real, donde los personajes enfrentan la existencia de lo inusual y responden de alguna manera ante ese aparecer, asimismo, el lector también reacciona de algún modo ante esa presencia imaginaria y puede entrar en la dinámica de lo sorprendente, en la medida que explican -o no-la intriga de la narración y el eventual desenlace de la historia narrada:…”