Género, sexo y traducción: liminarMucho se ha escrito sobre género, sexo y traducción; y mucho más se escribirá. Y, en particular, mucho se ha escrito durante las últimas décadas sobre mujer(es) y traducción(es). Desde la aparición de dos textos fundamentales -Gender in Translation: Cultural identity and the politics of transmission (1996), de Sherry Simon, y Translation and Gender: Translating in the 'Era of Feminism ' (1997), de Luise von Flotow-hasta la actualidad, cada vez son más las publicaciones y más diversos los temas que exploran. Pese a ello, somos conscientes de que, cuando a principios del siglo XXI proponemos reflexionar sobre la intersección entre mujer y traducción, nos vemos inmersos en un espacio ambiguo y difícil de definir, en un espacio sugerente, repleto de posibilidades y -también-de peligros. Tanto la traductología como los estudios de género han demostrado ser disciplinas valientes y atrevidas, que no han dudado en proyectarse sobre otros horizontes epistemológicos. Ni una ni otra se han encerrado en sí mismas, sino que han buscado con ahínco nuevos horizontes y nuevas afinidades. Ahí están la deconstrucción, el postcolonialismo, los estudios culturales o el feminismo -entre otros-para atestiguarlo.Uno de los rasgos más singulares de los estudios universitarios en las últimas décadas es la presencia constante de la mujer, a la vez sujeto y objeto de la actividad investigadora. Esta presencia -en ocasiones como fuente de progreso y estudio, en otras como moda pasajera o quizá como cliché antropológico-ha sido sancionada por las numerosas medidas legales de discriminación positiva en los países occidentales. Dichas medidas tratan de asegurar la presencia igualitaria de la mujer en la escena pública (en la representación