Con base en 40 entrevistas de historias de vida con miembros de las pandillas de Medellín, Colombia, la presente investigación argumenta que muchos jóvenes se unen a las pandillas con el fin de emular y reproducir identidades masculinas que se consideran localmente ‘exitosas’. La acumulación de ‘capital masculino’ por parte de las pandillas, con sus significantes materiales y simbólicos de hombría, acompañados de demostraciones y manifestaciones estilísticas, lleva a los jóvenes a percibirlas como espacios de éxito masculino, lo cual impulsa la reproducción social de las pandillas. Una vez vinculados a la pandilla, se vuelven cada vez más ‘malos’, haciendo uso de la violencia para defender los intereses de la pandilla a cambio de capital masculino. Los líderes de las pandillas, conocidos localmente como los duros, tienden a ser los más malos. El ‘proceso de empandillamiento’ no debe entenderse como un comportamiento juvenil aberrante, sino más bien como un comportamiento lógico y práctico, dado que se percibe a la pandilla como un espacio aspiracional de formación de identidad para jóvenes que llegan a la mayoría de edad en un momento en que las condiciones estructurales de exclusión conspiran contra ellos.