“…La variabilidad genética es un aspecto clave de la biodiversidad, es responsable de que los individuos de una población no sean idénticos entre sí, provee a las poblaciones de polimorfismos genéticos que les permiten, entre otras cosas, sobreponerse a enfermedades y cambios ambientales (Frankham et al, 2002;Hedrick, 2011). Algunas poblaciones de ajolotes de alta montaña han sido estudiadas para conocer su variabilidad y estructura genética (Recuero et al, 2010;Parra-Olea et al, 2012;Sunny et al, 2014a;Heredia-Bobadilla et al, 2016;Percino-Daniel, et al, 2016;Heredia-Bobadilla et al, 2017;Monroy-Vilchis et al, 2019) y los resultados pueden ser usados como base para modificar el estado de conservación de estas especies, lo cual contribuiría a evitar su disminución poblacional o extinción al mejorar planes de manejo y conservación. El número de alelos y la heterocigosidad, por ejemplo, han sido parámetros usados para identificar poblaciones que deben tener prioridad de conservación, ya sea porque poseen alta variabilidad genética o bien necesitan algún manejo por su baja variabilidad genética; además, parámetros como los niveles de endogamia y cuellos de botella genéticos pueden ser utilizados para identificar poblaciones en riesgo de extinción (Petit et al, 1998;Frankham, 2002;Eguiarte et al, 2007;Piñero et al, 2008).…”