“…De allí que se torne necesario instalar medidas que permitan reducir la vulnerabilidad y fortalecer las capacidades de afrontamiento, esto con el fin de reducir el riesgo de desastre (Gaillard, Cadag, & Rampengan, 2019). En el ámbito psicosocial, si bien se han producido investigaciones sobre los efectos negativos individuales, como el estrés consecuente (Guerra, Plaza, & Vargas, 2018;García, Vega, Briones, & Bulnes, 2018), guías clínicas ante la emergencia (Cortes & Figueroa, 2018;Errázuriz, Fischer, Behn, Letelier, & Monari, 2019) y de crecimiento postraumático pos-desastre (García, Reyes, & Cova, 2014;Wlodarczyk, Basabe, Páez, Villagrán, & Reyes, 2017), se ha tendido a soslayar el papel agentivo de las poblaciones vulneradas (Astudillo & Sandoval, 2019;Villagrán, Reyes, Wlodarczyk, & Páez, 2014), sus capacidades de afrontamiento, el rol de la participación local y el empoderamiento comunitario (Gaillard et al, 2019;Sandoval et al 2018;Wisner, 2016). Bajo esto, las estrategias colectivas de afrontamiento cobran vital trascendencia, tanto por la capacidad de empoderar a la comunidad ante la reducción del riesgo, como por la búsqueda participativa de soluciones locales compartidas (Campos, 2015;Espinoza, Espinoza, & Fuentes, 2015).…”