“…Precisamente, esta competencia ha sido conceptualizada como un proceso atencional que se encuentra interconectado con algunas funciones interpretativas y evaluativas, permitiendo a las personas percibir e interpretar de forma cualitativa sus emociones con el fin de ubicar sus causas (Oosterveld, Miers, Merum y Ly, 2008). A través de estos antecedentes, es posible comprender que la implicación de las emociones en el ámbito educativo se encuentra en un proceso de desarrollo, pero existe la certeza de que se encuentran integradas con los procesos cognitivos (Lazarus, 2000;Maturana, 2001;González, 2009;Cabezas, 2013;Salmurri, 2015;Mora, 2017), de modo que «la afectividad y la cognición son inseparables, el mismo Piaget ve las relaciones entre inteligencia y afectividad» (Del Valle, 1998, p. 171). Asimismo, Mora (2017) señala que las emociones son las encargadas de activar como de mantener la atención y la curiosidad, de modo que, respecto al proceso educativo, manifiesta que «son la base más importante sobre la que se sustentan todos los procesos de aprendizaje y memoria» (p. 66).…”