“…Los medios de comunicación, concebidos como actores sociales legitimados para contar y trasladar al gran público el relato de la actualidad, se han visto destronados en las últimas décadas por la irrupción de dos factores determinantes: por un lado, la eclosión de las redes sociales como sustitutos digitales que han sabido ganar terreno en rapidez, cantidad, frecuencia y presencia (Dessart, 2017;Masip et al, 2017;, además de introducir a los usuarios como creadores activos de contenido (Larrondo et al, 2020;Castillo-Abdul et al, 2020); y, por otro, el desarrollo devastador de una "era de la posverdad" (Keyes, 2004) en la que el binomio inseparable de políticos y medios ha propiciado discursos basados en la apelación emocional para influir en la opinión, utilizando como recurso las herramientas que brindan las redes (Viner, 2016): clickbaiting, instantaneidad, algoritmos, filtros burbuja, personalización de la información, etc. Las posibilidades infinitas de impacto y alcance que mostraban las redes parecían una solución ante la pérdida paulatina de las audiencias más jóvenes, que han naturalizado estas ventanas como medios nativos de interacción y socialización (Sádaba y Pérez-Escoda, 2020).…”