“…Cabe agregar que Colombia, sin trayectoria de experiencia en acogimiento de personas de otros países, ha sido, por el contrario, una máquina de trabajadores migrantes para los oficios de cuidado de personas, agricultura y otros tipos de trabajos con baja remuneración económica, en países llamados desarrollados, principalmente Estados Unidos y España; es decir, de ser un país expulsor pasa a ser uno receptor, y no precisamente de una migración selecta, de estrato socio económico alto, sino de aquellos más vulnerables, llegados no en avión, sino por carretera, sin pasaporte y en búsqueda de una sobrevivencia (Gandini et al, 2020). En el caso de Venezuela, la migración se da durante los últimos veinte años, pero en especial a partir de los años 2014 y 2015, cuando se recrudece la crisis política y económica del país (Franco-López & Suaza-Argáez, 2019;Guzmán Guerra et al, 2020;Osorio Álvarez & Phélan, 2020); situación que se mantiene, según estos últimos autores, hasta que la emergencia sanitaria, provocada por la pandemia del COVID-19, en el 2020, altera los proyectos de personas migrantes, lo cual los obliga, a varios de ellos, a retornar a su país.…”