El uso de la historia oral en las investigaciones histórico-educativas tiene distintas posibilidades y matices. Aunque hay autores que distinguen su aparición desde antes de la invención de la escritura –como recurso utilizado para transmitir a las nuevas generaciones el conocimiento acumulado de los pueblos (Mariezkurrena, 2008)–, lo cierto es que en el contexto latinoamericano tomó auge como estrategia metodológica y como enfoque teórico-epistemológico durante las últimas décadas del siglo XX, principalmente en los estudios orientados hacia la recuperación de la memoria de las víctimas de dictaduras militares, en los trabajos sobre grupos subalternos o en investigaciones con participantes de movimientos subversivos, revolucionarios y/o libertarios (Archila, 2005, 2018; Castro, 2018).