La panorámica mundial muestra grandes deficiencias económicas y sociales, presentando una situación de marcada desigualdad social, pobreza, inequidad en la repartición de riqueza y de los ingresos, desempleo, subvaloración de la fuerza de trabajo, entre otros fenómenos sociales. La falta de oportunidades educativas, dentro de un sistema económico en decadencia como lo es el capitalismo requiere soluciones innovadoras y prácticas, capaces de afrontar la dura problemática de millones de seres en condiciones de indigencia. La implementación de la autogestión social parece ser una alternativa viable para la falta de empleo, y para lograr una redistribución más equitativa de los recursos y de los ingresos buscando ante todo generar un mejoramiento en la calidad de vida, de quienes, en estos momentos dentro de una sociedad capitalista, son los más marginados, subvalorados y excluidos. Se trata de recuperar ante todo una forma de participación en los asuntos que les pertenece, y que les atañen, es decir participar en las soluciones de sus necesidades insatisfechas bajo el principio de la subsidiariedad consagrado inicialmente en el preámbulo del tratado constitutivo de la Unión Europea según el cual las decisiones que afectan a los ciudadanos se deben adoptar de la forma más cercana posible a los mismos y su delegación a niveles o poderes más elevados solo deben hacerse por razones probadas de interés común.