Ecuador recién obtuvo una Ley de Cine en el 2006, año que constituye el punto de giro de la producción bibliográfica y en el que se crea además el consejo nacional de cinematografía que provee de fondos concursables. El fomento por parte del Estado provoca una eclosión no sólo en el cine, sino en la reflexión crítica sobre los filmes que se van estrenando. Una a una se van revisando las corrientes textuales: una primera, de índole genealógica, dedicada a sondear las raíces históricas del discurso audiovisual; la segunda, más académica, concentrada en la reflexión direccionada por los llamados estudios culturales conjugados con la teoría del cine, y una tercera que apunta a reflexionar sobre el documental etnográfico indigenista. Estas corrientes están representadas por el guayaquileño Jorge Suárez Ramírez; el cuencano Galo Torres; y por Wilma Granda, Paola de La Vega y Christian León de Quito. Aunque incipiente, la producción bibliográfica sobre cine lleva poco tiempo de generada desde la academia, primordialmente, y va en aumento.