“…Aunque la sintomatología depresiva infantil y adolescente es similar y equiparable a la adulta, es reconocido que adquiere peculiaridades evolutivas dependientes de la edad, o mejor, del estadio del desarrollo (Carlson y Kashani, 1988;Weiss, Weisz, Politano, Carey, Nelson y Finch, 1992), evolucionando desde una sintomatología exteriorizada, fundamentalmente motora y psicosomá-tica propia de los niños menores de 6 años (Doménech y Moreno, 1995;Kashani et al, 1986;Kashani y Carison, 1987;Kashani y Ray, 1987;Kashani, Ray, Gabrielle y Carlson, 1984), a una sintomatología más interiorizada similar a la de los adultos que claramente se instaura en la adolescencia (Bas, 1996;Cantwell, y Carlson, 1987;Carlson y Kashani, 1988;Lewinsohn, Roberts, Seeley, Rohde, Gotlib y Hops, 1994). Además, en los niños se observa tendencia al aislamiento, elevada ansiedad, irritabilidad, comportamiento perturbador, problemas de atención y de rendimiento escolar.…”