“…Las mujeres en prisión presentan unas necesidades personales y ocupacionales diferentes a las de los hombres (Baker & McKay, 2001), sin embargo como se pone de manifiesto en diferentes trabajos el contexto tanto arquitectónico como en el desarrollo de programas de intervención de los centros penitenciarios suele estar diseñado principalmente para ellos (Samaranch, 2003). Por un lado, entre las mujeres existe una mayor probabilidad de tener una enfermedad mental de sufrir trastornos psicológicos, muchas han experimentado un trauma extenso y exhiben violencia tanto interna como externa (Parkes & Freshwater, 2015), una alta tasa de analfabetismo (48,7%), un elevado consumo de drogas y alcohol, una escasa experiencia en el mercado laboral, así como una significativa carencia de habilidades sociales y laborales ya que dentro de prisión suelen realizar trabajos principalmente relacionados con las tareas domésticas (Almeda Samaranch, 2006;Cervelló Donderis, 2006). Otra diferencia de relevancia respecto a los hombres internos es el rol que ejercen como madres.…”