“…En la última década, como consecuencia del desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) y del auge de las redes sociales, el uso y los estudios sobre estas metodologías activas han proliferado ostensiblemente (Pérez-Pueyo & Hortigüela, 2020). Los estudios realizados hasta la fecha se han centrado en las siguientes características: establecer cuáles son las principales metodologías activas utilizadas (Gómez, Chaparro, Felices & Cózar, 2020;Nurash et al, 2020;Sánchez-Cortés & Suárez, 2019), relacionar la utilización de las mismas y el rendimiento académico del alumnado (Gamazo, Martínez-Abad, Olmos-Miguelañez & Rodríguez-Conde, 2018;Gil et al, 2018;Teig, Scherer & Nilsen, 2018), explicitar diferencias en la utilización de los enfoques activos (Aparicio-Ting, Slater & Kurz, 2019;Fernández-de-Álava & Quesada-Pallarés, 2017;Fernández-Jiménez, Fernández & Polo, 2017;Rodríguez-García & Arias-Gago, 2019), implementar experimentalmente algunas de estas metodologías (Cantó, De Pro & Solbes, 2016;García-Valcárcel & Tejedor, 2018;Nieto & Alfageme-González, 2017) y, finalmente, aparecen los que se centran en las concepciones, opiniones y percepciones que los docentes manifiestan hacia las mismas (Crisol, 2012;De Miguel, 2005;Gil-Flores, 2017;Jiménez-Hernández, González-Ortiz & Tornel-Abellán, 2020).…”