La violencia feminicida, como expresión sistemática de odio que atenta en contra de la vida de las mujeres, también vulnera la existencia de otras y otros. A partir de una metodología cualitativa que coloca al centro la experiencia de cinco madres de víctimas, en este artículo se problematiza de qué forma se encuentran dos caras de la institucionalización de un sistema de creencias: la religión y la espiritualidad, con un orden de género. El análisis se enfoca en la espiritualidad como estrategia de subjetivación e individualización de las creencias, que coadyuva en el bienestar subjetivo al permitirles resignificar el feminicidio de sus hijas y, al mismo tiempo, constituye una mediación en el problema estructural que en México representa la búsqueda de justicia.