El sonido, la música e incluso su ausencia, tienen una dilatada tradición social y cultural en la caracterización de cualquier escena audiovisual, tanto en la trama argumental como en los personajes centrales de cada escena. En este sentido, las emociones de los espectadores son reforzadas y manipuladas a gusto del director gracias al sonido. Además, su uso en los audiovisuales ha ido parejo a la aceptación social del mal y la fealdad en sus múltiples facetas en los productos estéticos del siglo XX y XXI y la evolución que estos han tenido. En este artículo se hace un repaso de los principales recursos sonoros y musicales empleados en la caracterización del mal, ya sea en forma de conflicto, personaje o sentimiento, mediante un análisis sonoro de multitud de ejemplos audiovisuales de las últimas décadas. Los resultados obtenidos permiten distinguir evoluciones estéticas, tendencias y perfiles sonoros de lo siniestro, según el target al que pueda estar destinado el producto audiovisual.