“…Por un lado, ha habido cambios en la conducta sexual de las mujeres, principalmente de aquellas que pertenecen a las nuevas generaciones y provienen de la clase media chilena, quienes muestran un modelo de sexualidad más diversa, plástica, heterogénea, orientada hacia el placer y liberada de las necesidades de la reproducción (Valdés, 1998;Barrientos, 2006). Sin embargo, estas prácticas alternativas a las normas de género tradicionales se producen en un ambiente que paradójicamente mantiene un discurso hegemónico conservador orientado hacia el control de la vida sexual (Barrientos, 2006). Así, mientras algunas mujeres tienden a tener mayor apertura de prácticas sexuales -masturbación conjunta con la pareja, prácticas bucogenitales, penetración anal (Barrientos, 2006), prácticas no heterosexuales, por ejemplo, bisexuales (Zarzuri, 2004) y/o el uso de juguetes sexuales (Mora, 2010)-; por otra parte, se refuerza el contrato sexual heterosexual dominante (Butler, 2002).…”