“…Lo que indica que determinados sectores tienen nombre de mujer, existiendo una fuerte segregación ocupacional (Recio, 2012). Con respecto al sector agrícola y al empredimiento 28.63 por ciento de los empresarios agrícolas son varones (212 mil) frente a 10.38 por ciento de las mujeres (77 mil), estas cifras vienen a corroborar los estudios sobre la participación de la mujer en la agricultura tanto en España (Langreo y Benito, 2005;Gómez-Limón et al, 2007), que aunque son de casi una década pueden ser extrapolados a la actualidad por el lento cambio de la mujer en el sector agrario, también destacan las investigaciones realizadas en otros países como las de Díaz-Geada (2015); Yissi y Villagrán (2015); Awan (2015); Scholtus y Domato (2015), estos autores afirman que tradicionalmente se ha infravalorado la aportación laboral de la mujer en este colectivo porque el trabajo que han realizado las mujeres dentro de las explotaciones agrarias, por regla general de tipo familiar, ha consistido en tareas marginales y estacionales y en paralelo realizando las labores del hogar, lo que ha motivado su falta de reconocimiento y contabilización dentro de las estadísticas tradicionales, siendo su situación laboral claramente inferior a la del hombre al ocupar menos puestos de responsabilidad y contratos laborales más precarios debido a la alta tasa de temporalidad (Tabla 2), el porcentaje de contratos temporales sobre el colectivo femenino es superior al masculino en más de 16 puntos porcentuales, no teniendo una remuneración estable por su trabajo facilitando una situación más precaria en la mujer rural española, no obstante en épocas de crisis su participación en el mercado laboral ha sido mayor, pero este hecho no es sólo especifico de España, así en países como Chile y según Rodríguez y Muñoz (2015), las nuevas pautas de bienestar y consumo instaladas en el mundo rural, en un contexto de ingresos restringidos, hacen preciso la participación de un mayor número de perceptores, por tanto, la unidad familiar debe hacer uso de la mano de obra de reserva, constituida principalmente por mujeres mejor preparadas y con mejor perfil actitudinal hacia el trabajo. La necesidad económica se activa con mayor intensidad cuando la mujer es la única sostenedora del hogar por su calidad de mujer jefa de hogar.…”