“…Infortunadamente, cuando finaliza el periodo de conflicto, estos artefactos dispuestos en los campos (Bilukha, Brennan, y Anderson, 2008), a pesar que el número de víctimas se va reduciendo (Bilukha et al, 2011), en el periodo del postconflicto, al no tenerse control del lugar en donde fueron dejados, continúan lesionando de forma irreversible a la población civil, militar, y actores armados no estatales, generando problemas de salud pública particularmente en territorios de medianos y bajos ingresos (Frost et al, 2017). En países del antiguo continente como Sri Lanka (Meade y Mirocha, 2009), Afganistán (Bilukha et al, 2008), Irak-Irán en el periodo de 1980-1998 dejó más de un millón de víctimas incluyendo soldados amputados (Ebrahimzadeh & Hariri, 2009), Bosnia y Camboya (Jahunlu, Husum, y Wisborg, 2002), Nepal (Bilukha et al, 2011) han reportado estudios sobre epidemiología, intervención y contexto de las consecuencias que estos artefactos han dejado en la población: discriminación social por discapacidad (Gonçalves et al, 2017), carga socioeconómica (Frost et al, 2017) cuadro ansioso-depresivo, síndrome del miembro fantasma (Esquerdo et al, 2013) afectación en la calidad de vida (Pantera et al, 2014) patologías dermatológicas (Laing et al, 2011) Neuromas sobre-crecimiento óseo (Ebrahimzadeh & Hariri, 2009).…”