“…Con base en esto y, atendiendo lo que sugieren Aguilar et al (2002), desde las más tiernas y tempranas edades los niños dan evidencia por su interés en diversos fenómenos que les rodean, mencionando que resulta frecuente e inadvertido que los cuidadores sirven a los niños de multiplicidad de estímulos, pretendiendo con ellos distraerlos, recrearlos y mantenerlos ocupados, consiguiendo de esta manera la formación de una atención dispersa al evitar la focalización sobre actividades específicas, mencionando la necesidad que el infante tiene por tomarse su tiempo en identificar y reconocer las características de los objetos que se les acerquen con mayor detenimiento y detalle, potencializando así su capacidad y eficiencia atencional. Para ello, el juego dirigido resulta un recurso valioso en la consecución de habilidades atencionales apropiadas, pues expone al menor a situaciones de diversa índole que debe atender con el nivel mínimo de detalle a fin de interactuar en él, lo que se realiza casi involuntariamente, dada la naturaleza misma del ser humano por su tendencia al juego y su capacidad competitiva, demandando de sí mismo recursos que juegan en favor de su concentración y focalización.…”