“…La preocupación por el estigma que rodea en nuestras sociedades a las personas que padecen lo que denominamos trastornos mentales graves es creciente, tanto entre quienes se ven afectados por ellos como entre quienes intentamos ayudarles desde modelos de atención comunitaria (FAISEM, 2012;López y Laviana, 2007). De hecho, tanto la experiencia personal y colectiva de muchas personas afectadas, de sus familiares y de los profesionales de servicios sanitarios y sociales, como la abundante literatura científico-técnica que encontramos en este campo (López et al , 2008;Michaels, López, Rüsch y Corrigan, 2012;Muñoz, Pérez, Crespo y Guillén, 2009;Thornicroft, 2006), coinciden en que el complejo fenómeno social a que hacemos referencia con ese término sigue siendo el nú-cleo básico de importantes barreras que afectan negativamente a dichas personas, dificultando sus procesos de recuperación personal y de consecución de niveles reales de ciudadanía e inclusión social (Corrigan, Kerr y Knudsen, 2005;OMS, 2001;Penn y Wykes, 2003).…”