Artículo de revisión que enfatiza la relevancia de articular la resiliencia en el quehacer en salud, bien sea enfocado en personas, grupos sociales o en instituciones, como énfasis para potenciar la salud, el bienestar y la calidad de vida. Para el logro de este propósito se requiere un trabajo integral e interdisciplinario que propenda por identificar y potenciar los recursos y fortalezas, la autonomía y autorresponsabilidad, a diferencia del énfasis tradicional en salud, centrado en la disfuncionalidad y en la patología. Se trata de una mirada positiva y optimista del desarrollo humano, en el que intervienen aspectos emocionales, cognitivos, interaccionales y sociales. Perspectiva que cuenta con el apoyo de la OMS y la OPS. La resiliencia fortalece una posición activa y protagónica de todos los agentes para la resolución de las situaciones que inciden en el bienestar y desarrollo de los individuos y colectividades. No es una cualidad estática sino dinámica, tampoco es innata puesto que puede incentivarse y fortalecerse, con el propósito de aportar a un afrontamiento de la existencia desde una visión activa, optimista y entusiasta, que genere empoderamiento y capacidad de agencia. Como conclusión se establece su complejidad y condición multifactorial, que implica condiciones a nivel personal, familiar y social. El concepto de resiliencia lleva a asumir una mirada compleja, ecosistémica, integral y contextual del fenómeno de lo humano, al igual que destaca el papel activo y protagónico de la persona en su proceso de desarrollo.