“…Por otro lado, entre los factores que influyen en su consumo, trabajos de investigación como los realizados por García-Laguna et al (2012) o Primack, Kim, Shensa, Sidani, Barnett y Switzer (2015) determinan el nivel de autoestima, alteraciones psicológicas como la depresión, el bajo autocontrol, déficit en las habilidades sociales, disfunción familiar o las relaciones con pares consumidores, entre otras. Asimismo, la ingesta de estas sustancias puede producirse de modo experiencial, social, regular o compulsivo (Cáceres et al, 2006;HidalgoRasmussen, Franco, Díaz, Rojas y Vilugrón, 2015) y acarrear enfermedades a largo plazo como hipertensión, cáncer, cirrosis, hepatitis, miocardiopatía, bronquitis o incluso estados depresivos (González-González et al, 2012;Grao-Cruces, Nuviala, Fernández-Martínez y Martínez-López, 2015;Hidalgo-Rasmussen et al, 2015). En este sentido, resulta fundamental promover hábitos físico-saludables que prevengan, disminuyan o supriman el consumo de estas sustancias nocivas para el organismo (Mantilla-Toloza, Gómez-Conesa y Hidalgo-Montesinos, 2011;Moreno-Gómez et al, 2012).…”