“…Sin embargo, estos lugares de la memoria, pese a su importancia dentro de la sociedad, se encuentran en un aparente peligro de desaparición. El primer factor de amenaza lo constituyen las difíciles condiciones de manutención, las cuales los llevan, en algunos casos, a procesos de abandono.El segundo peligro se caracteriza por la desvalorización de estos espacios, los cuales contienen un acervo histórico de gran riqueza no oficial o contramemoria, como problematizaLosonczy (2001).En tercer lugar, encontramos que los prejuicios sociales tejidos en torno a estos (liminalidades), las políticas de la Iglesia católica y las malas administraciones, sumados a la especulación inmobiliaria, son factores de deterioro de los camposantos que aumentan las posibilidades de su destrucción.En cuarto lugar, vemos que el crecimiento urbano descontrolado de las ciudades ha arrinconado la mayoría de los cementerios del siglo XIX y XX, limitando su desarrollo y fortaleciendo su invisibilización. Finalmente, y quizás más importante, está el cambio en las prácticas funerarias por parte de la sociedad actual, la cual ha encontrado en la incineración de los restos una salida práctica y más económica para darle tramite a la muerte de sus miembros, evitando así el desarrollo de inhumaciones o disposición del cuerpo en bóvedas sobre tierra, lo cual evita, a su vez, el proceso de descomposición.Los cementerios sintetizan en su arquitectura, su simbolismo y su distribución espacial las costumbres y manifestaciones funerarias de las poblaciones occidentales, razón por la cual también son un lugar de la memoria colectiva e individual, susceptibles de ser leídos y analizados como un documento histórico y social, de allí que se piense en estos espacios como los ideales para conocer los aspectos más complejos de la cultura(Villa Posse, 1993; Ferro, 2009).…”