“…; pero, sobre todo y especialmente, de las competencias, conocimientos y experiencia que tenga el docente, de su actitud y percepción sobre las diferencias humanas, su sensibilidad hacia las diversas necesidades educativas personales de su alumnado y su compromiso con una educación justa y de calidad para todos. Pero, como no podría ser de otra forma, para lograr este tipo de educación todo ello debe verse acompañado tanto de una sólida formación inicial y permanente para el profesorado (Marchesi, y Hernández, 2019;Pinelli, 2015;Rizzo, et al, 2021) como de un cambio generalizado en las culturas y valores que caractericen tanto a dicha formación como a las creencias y comportamientos sociales (Camedda, y Santi, 2016;Marchesi, y Hernández, 2019;Martínez, et al, 2010) y, por supuesto, de unas políticas educativas que lo guíen, respalden y además garanticen los recursos necesarios para desarrollarla con éxito (Marchesi, y Hernández, 2019). Porque si nuestro sistema educativo sigue sometido a continuos vaivenes políticos sin alcanzar un pacto educativo estable que cuente con todos Fernández-Enguita, 2018;Novella, 2020;Pellicer, 2018;Tedesco, 2010), sin excluir a nadie ni proponerse en contra de nadie y que abandone por fin la polarización política (Fernández-Enguita, 2018;Collados, y Hernández, 2020), difícilmente las escuelas van a poder superar todas las problemáticas señaladas en este artículo y lograr construir una verdadera escuela para todos (Ainscow, 2001;Arnáiz, 1996Arnáiz, , 2003UNESCO, 1990) basada en un modelo holístico y en la normalización plena.…”