“…Por ello, a pesar de la indudable valía de los primeros auto-informes y de la vía metodológica que abrió, habría que cuestionar gran parte de estos estudios como lo hace Hirschi (1969), Elliot y Agenton (1980), etc. En numerosas ocasiones la escala utilizada ha sido bastante trivial, destacando el aluvión de estudios que se produjeron hasta 1980 consistentes en la confesión de "pequeños pecadillos, cosas de chicos o cosas parecidas" (Nye et al, 1958;Short and Nye, 1958;Clark and Wenninger;1962, Stinchcombre;1964, Akers;1964;Dentler y Monroe, 1961;Voss, 1966;Williams y Gold, 1972;Erikson, 1973;Hirschi, 1969), o escasamente fiables (Jonson, 1980;Thornberry y Farnworth, 1982;Brownfield, 1986;Wright et al, 1999). Sin embargo, cuando se ha subsanado este defecto y se ha confeccionado una escala de delincuencia exhaustiva en la tipología de los delitos, los datos de los auto informes han coincidido prácticamente con los delitos oficiales sobre todo, en los delitos graves (Elliot y Agenton, 1980;Elliot y Huizinga, 1983;Farnworth et al, 1994).…”