“…Realidad que se dibuja, además, sobre todo un océano de testimonios que hablan de experiencias tamizadas por la ausencia de apoyo emocional: «Es que ni mirándote (...), o sea no, se echó encima y no le di porque no podía, no tenía fuerzas, ni podía ni decirle nada porque no tenía fuerzas, pero nada ni explicarte, ni decir que oye que te voy a empujar, tranquila, duele mucho pero bueno, nada absolutamente nada» (mujer, 26 años, parto vaginal), por la imposi- (Hernández y Echevarría 2016): «Decisiones tú no puedes tomar ninguna, las decisiones las toman ellos, tú, yo es que estás en un sitio que tienes que hacer lo que ellos hacen, lo que ellos te hagan» (mujer, 35 años, cesárea), por el impedimento para tener libertad de movimientos: «No me sentaron, y se lo dije, digo si podía estar sentada y me dijo que no (mujer, 30 años, cesárea); le consultó y no, no, no, no por Dios no, no, no vaya a ser que se caiga, no vaya a ser que no sé qué, que no sé cuánto» (padre, 41 años), y por las dificultades para compartir la experiencias con sus acompañantes:…”