“…Asimismo, señala la diferencia que existe entre la técnica de (130) 130 F. Balbuena Rivera «maternaje», por la que el esquizofrénico obtiene pequeñas gratificaciones (a la que considera insuficiente por sí sola para una modificación estructural de la psicosis, aun cuando produce una mejora sintomática transitoria y sedativa de la angustia), y la técnica de la realización simbólica, que cuenta con las resistencias del yo psicótico, y respeta la porción adulta del esquizofrénico, por lo que gratifica la parte regresiva, y resulta así más indicada que la anterior. La distancia, afirma también, entre el esquizofrénico y su terapeuta, no debe conducir al equívoco de una presunta autonomía del sujeto, y por tanto de la posibilidad de cura y terminación del tratamiento, al poder representar también el deseo de abandonar la terapia, ya por proyecciones agresivas de orden transferencial, ya por la angustia de ser devorado, ya por el miedo de sentir su libertad alineada por el otro (24). Si, por el contrario, tal independencia es genuina, será el momento de colectivizar la terapia del esquizofrénico, término con el que Séchehaye designa la intervención de otros en la recién iniciada autonomización de aquél, logro deseado o temido, con el que alcanzará el objeto esencial de la cura, la re-síntesis o rearticulación de su universo interior.…”