“…No obstante, el problema radica en la reiteración de representaciones tradicionalmente asignadas a hombres y mujeres, a grupos sociales o a determinadas profesiones, con el fin de que éstos sean fácilmente reconocibles por el público; aspecto que no hace otra cosa que perpetuar imágenes estandarizadas y convencionales, a menudo cargadas de connotaciones negativas. (Galán, 2006, p. 77) Si bien la producción de estereotipos no es una prác-tica exclusiva de los medios de comunicación, las características del dispositivo enunciativo de la televisión, regido por la inmediatez (Lacalle, 2008); la superposición vertiginosa de discursos de ficción y realidad (Amigo, Bravo & Osorio, 2014), por la necesidad imperiosa de la entretención como forma de fidelizar a su público (Lochard & Boyer, 2004); la inscripción icónico-indicial de cuerpos y objetos concretos y singulares al interior de sus discursos (Fuenzalida, 2012), tienen como resultado la proliferación de representaciones estereotipadas. Lo anterior, unido a su relevancia social y cultural tanto en el espacio público como en la vida cotidiana de los sujetos, otorga una potencia enorme al impacto de las representaciones vehiculizadas por este medio.…”