“…Sin huella, sin re-conocernos, sería complejo re-pensar la descolonización de los cuerpos y los saberes; emerger la(-s) 'historia romaní' (Buhigas, 2018;Fernández-Ortega, 2019;Hancock, 2005;Hancock, 2010;Lee, 2008); mostrar la(-s) 'herida colonial romaní' (Fernández-Garcés, 2016); concretar la disponibilidad identitaria y emancipadora de una(-s) 'epistemología romaní' (Brooks, 2015;Carmona, 2014;Mirga-Kruszelnicka, 2015;Periáñez-Bolaño, 2019a); re-conocer las continuidades de un 'feminismo romaní descolonial' (Filigrana, 2019); o presentar la emergencia pluriversal e intercultural de los saberes y prácticas romaníes como una 'epistemología del sentir' (Periáñez-Bolaño, 2017, 2021 rastreable y persistente en lo que hemos denominado 'huella sonora del trauma colonial' (ídem). Sin huella, lo que queda, si es que queda, es una con(s)ciencia debilitada, folclorizada, mínima o inexistente, 'cuerpos dóciles' (Das, 1995: 138, en Sena-Martins, 2019, 'sujetos domesticados' (Barroso, 2014: 28); queda el olvido, el borrado, la negación, la deshumanización, en todo caso, la capitalización/sexuación/racialización de los cuerpos y los conocimientos romaníes (Fejzuda, 2019;Filigrana, 2020;Kóczé y Rövid, 2017). Sin huella, difícilmente pueden rastrearse los orígenes y las raíces de las consecuencias, o enunciarnos juntos a nuestros patrimonios y sabidurías.…”