<span>Una de las pocas conclusiones compartidas por la creciente bibliografía sobre populismo afirma el inherente carácter anti-institucional de este, por lo que la existencia de populismos en el poder aparece a menudo como una aporía. El populismo, ya sea por una supuesta tendencia al conflicto antagonista, al espontaneísmo o a la irresponsabilidad institucional tendería a socavar el normal funcionamiento de las instituciones y sería por tanto incapaz de gobernarlas sin grandes sobresaltos. Sin embargo, la realidad empírica indica todo lo contrario: </span><span class="apple-converted-space"><span lang="ES-TRAD">no solo han existido y existen populismos en el poder</span></span><span>, sino que además, en numerosas ocasiones, los populismos han actuado como motores de construcción institucional. Este artículo analiza pues, desde un punto de vista teórico, las contradicciones que afrontan los populismos cuando llegan al gobierno de las instituciones. Para ello se vale de la interpretación posestructuralista del populismo elaborada por Ernesto Laclau, según la cual populismo e institucionalismo </span><span lang="ES-TRAD">constituyen posibilidades incompatibles (y a la vez recíprocamente necesarias) de estructuración de la vida política en la medida en que están animadas por lógicas discursivas opuestas. A partir del desarrollo de las implicaciones de estas lógicas, el artículo </span><span>fórmula las tres contradicciones principales que afronta un discurso populista en el poder: entre ser pueblo y ser Estado, entre ser gobierno y ser calle/oposición, y entre ser ruptura pero gobernar continuidad. Finalmente, a través del concepto de “tensión creativa” de García-Linera, el artículo tensiona el marco teórico laclausiano para abrir nuevas rutas estratégicas por donde poder repensar las (no erradicables) contradicciones entre populismo e institucionalismo, </span><span lang="ES-TRAD">enfatizando<span class="apple-converted-space"><span> la potencial productividad política de las mismas. </span></span></span>