El contenido y enfoque de las asignaturas de historia recogidas en la reforma de la Instrucción Primaria de Filipinas de 1863 fueron concebidas por las autoridades coloniales como un efectivo mecanismo de control social. Por eso los libros de texto destinados a la enseñanza primaria y secundaria estuvieron sometidos al férreo control y a la censura de los religiosos que controlaron la educación colonial. Pero esta reforma educativa también abrió enormes horizontes de enriquecimiento económico a través del negocio de la venta de los libros de texto destinados a las instituciones educativas filipinas encuadrados en la tradición historiográfica liberal conservadora. Finalmente, durante el tramo finisecular, cuando arreciaron las protestas contra el dominio peninsular en el archipiélago, las autoridades coloniales apoyaron la distribución como manuales escolares de una serie de obras de carácter patriótico que ensalzaron la obra colonizadora de la metrópoli.