En el panorama general de los trabajos de psicología experimental dedicados a la música, el ritmo aparece como el pariente pobre de la familia: aunque no está ausente de las grandes síntesis que se han esbozado, Dowling y Harwood (1986) o Sloboda (1985, Zenatti (1981) o Hargreaves (1986), los capítulos a él dedicados son los más breves. Por el contrario, en los métodos de iniciación musical llamados «métodos activos», desarrollados por diversos pedagogos sobre todo a partir de Orff, el ritmo ocupa el lugar de honor. Nuestro trabajo intenta llenar esta laguna en el conocimiento de los psicólogos y también plantear unas «propuestas» pedagógi-cas para comprobar experimentalmente, en unas determinadas situaciones, su eficacia. La enseñanza musical, sea cual sea el método utilizado, debe adaptarse a las aptitudes de los niños a los que va dirigida. Por ello, vamos a revisar brevemente las grandes líneas del desarrollo musical espontáneo de los niños, antes de centrarnos específicamente en el ritmo y en los problemas planteados por su 'aprendizaje.Las investigaciones evolutivas demuestran que los cantos aparecen espontáneamente hacia los 12 meses según Dowling y Harwood (1986) y Kelley y Sotton-Smith (1987), y hacia los 18 meses según Sloboda (1985). Según estos mismos autores, hacia los 2-3 años los cantos creados por los niños son más extensos y comienzan a presentar signos de organización interna. A esta edad, los niños también son capaces de imitar fragmentos de las canciones que oyen, repitiendo las palabras más destacadas (Sloboda, 1985). Según Davidson, Mc Kernon y Gardner (1981) hacia los 3 arios los niños empiezan a tener en cuenta el ritmo y la altura tonal, aunque Moog Comunicación, Lenguaje y Educación, 1991, 9, 85-99