“…Por todo ello, Pérez y Filella (2019) plantean que debe integrarse la educación emocional como una innovación psicopedagógica que se enfoque en la formación para la vida que tiene que realizar la escuela, además, se debe apostar por desarrollar procesos de educación emocional que propicien ambientes de aprendizaje cálidos, motivantes y positivos (Agulló et al, 2011;Brackett et al, 2004;Buitrago et al, 2019;Cherniss et al, 2006;Eren et al, 2009;Herrera et al, π 2017;Herrera, Buitrago, Lorenzo, & Badena, 2015;Herrera, Buitrago, Lorenzo, & Perandones, 2015;Gil-Olarte et al, 2006;Greenberg et al, 2003), así como un clima emocional y social de aula positivo (Barrientos et al, 2019;Hubel et al, 2020). Por su parte, Extremera et al (2019), Engels et al (2021), así como Amador y Treglown (2020) enfatizan en la importancia de trabajar en torno a la relación de la IE y el engagement, mientras que Palomera et al (2019) apuestan por la formación en valores y competencias personales del profesorado, las cuales se relacionan con habilidades de autogestión, liderazgo, trabajo colaborativo y en equipo, y comunicación asertiva (Cañas & Hernández, 2019). Sumado a ello, Rendón (2019) plantea que se deben abordar los estilos y maneras de enseñanza del profesorado desde el crisol de las emociones, así como de la construcción del concepto y la experiencia de paz (Gutiérrez-Torres & Buitrago-Velandia, 2019).…”