“…Tras la tormenta revolucionaria, muchos católicos volvieron la vista hacia Roma y el papado en busca de consuelo y orientación ante un mundo que no comprendían y que percibían cada vez más alejado de los valores cristianos. Por su parte, las tribulaciones vividas por Pío VI y Pío VII durante las guerras revolucionarias y napoleónicas, y especialmente por Pío IX durante el proceso de unificación italiana que culminaría con la desaparición de los Estados pontificios despertaron una ola de solidaridad a favor del papado que adoptó una gran variedad de formas, desde recogida de firmas y donativos hasta el reclutamiento de voluntarios, los famoso zuavos pontificios, pasando por el desarrollo de una devoción hacia el papa como mártir (Ramón Solans, 2020a;Rusconi, 2010;Pollard, 2005;Viaene, 2002;Guénel, 1998;Horaist, 1995;Zambarbieri, 1990). Ambos procesos condujeron a la idealización del pasado, una arcadia feliz en la que la sociedad estaba regida por los principios del catolicismo.…”