En la historia del arte, el juego ilusorio que busca integrar y fundir distintos componentes de construcción y representación se asocia normalmente a los dispositivos del interior eclesiástico barroco, mientras que la redefinición de las relaciones entre arquitectura e imagen como resultado de un virtuoso despliegue de enmarcaciones y transiciones ornamentales coincide en varios puntos de Europa, aunque bajo distintos estilos, a principios y mediados del siglo XVIII. La ahora desvanecida capilla de los huérfanos diseñada por el importante arquitecto Germain Boffrand (1667-1754) ofrece un ejemplo de una singular manifestación de dicho gusto por el interior eclesiástico pseudo-escénico. En este artículo se observará que la capilla se presta a una contextualización que depende de una serie de espacios inmersivos. Brota de un engranaje entre modos de entender la arquitectura, de practicar el espectáculo y de conceptualizar la emoción ante el mundo natural. El objetivo principal de esta aportación será seguir estos senderos que sugieren la centralidad del espectador, así como un momento álgido de innovación y dinamización de la tecnología espectacular.